Ayer tuve el gran honor de dar la bienvenida a mis ex compañeras de clase del colegio donde hice la EGB. El encuentro se merece todo un tema aparte, pero me temo que esta semana, asuntos familiares me van a ocupar la cabeza de tal manera que me será imposible escribirla. Pero muchas de las asistentes me han pedido tener el texto de la bienvenida, y por ello lo cuelgo aquí:
"Buenos días.
Las organizadoras me han pedido que dirija unas palabras para abrir este acto.
Quiero agradecerles antes de continuar que hayan depositado su fe en mí. Sólo
espero que no se arrepientan.
Queridas compañeras de colegio, familiares, profesoras, hermanas: me es muy
grato daros la bienvenida al encuentro de Antiguas Alumnas del Rebaño de María,
promoción del 73, en el 25 aniversario de su salida de este Colegio.
En realidad son ya casi 26 los años que hace desde aquel Junio del 87,
cuando triunfaban los Hombres G que habíamos conseguido ver en una firma de
discos en el viaje fin de curso a Madrid. Creo que algunas profesoras aún
tienen pesadillas recordando aquello. Atrás dejamos muchas experiencias… No
sólo lecciones y exámenes, sino convivencias, fines de curso con sus tómbolas y
bailes, Meses de María por Mayo, muchas horas de catequesis y aún más de
ensayos del coro, canciones e himnos, juegos de comba y salto de goma elástica,
la Primera Comunión, el rezo de la mañana, el infame potro de gimnasia que
nunca conseguí saltar, obras de teatro…
Decía un tal Hodding Carter, periodista, que a los hijos sólo se les puede dejar
dos legados duraderos, raíces y alas. Y mi amiga Carmen, maestra, añade
que la misma tarea tienen los enseñantes: raíces para saber de dónde venimos,
alas para dibujar nuestro propio camino. Aquel Junio del 87, con las raíces que
he citado, abrimos las alas poco a poco y empezamos a marcar nuestro propio
camino. Otros estudios, carreras, oficios, trabajos, negocios… Parejas, hijos,
sobrinos, motocicletas… Algunas se
quedaron aquí y hoy sus hijos ocupan las mismas clases donde nosotras nos
sentábamos. Una de nosotras ha llegado a ser profesora aquí mismo. Otras
volaron más lejos, Córdoba, Madrid, Cádiz…
Hemos cambiado mucho. De niña me sabía al dedillo la vida de la Madre
Fundadora y anteayer la tuve que buscar en el Google para preparar este
discurso. Dejé el uniforme gris y blanco y ahora me pongo uno azul en el
hospital. Pero hay cosas que permanecen. Los Hombres G ahí están, con menos
pelo, sí, pero siguen grabando discos y hasta un musical. Y cuando nosotras nos
juntamos y alguien saca las viejas canciones de coro del cole, las voces se
alzan solas, encuentran el tono a la primera (o a la segunda) y la emoción se asoma a nuestras caras.
Por eso de vez en cuando, como hoy, hay que descansar las alas, tomar
tierra y volver al nido, a nuestras raíces, para recordar el sentido de la
pertenencia a un grupo, las enseñanzas que recibimos, el valor del compañerismo
y la amistad, en suma, todas aquellas cosas que cuando fuimos niñas, sentaron
las bases de las mujeres que hoy somos. Porque, como dice Teresa de Calcuta:
Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.
Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.
Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.
Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,
perdurará siempre la huella
del camino enseñado.
Cantemos ahora en la Santa Misa como entonces hacíamos. Como si no hubieran
pasado casi veinticinco años. Como si fuésemos a salir después al patio de
recreo. Y recemos como nos enseñaron, pidiendo volver a reunirnos dentro de
otros 25 años. Disfrutemos hoy de la alegría del encuentro. Mañana seguiremos
volando.
Gracias a todas, y bienvenidas."