Peculiaridades

viernes, 19 de octubre de 2012

Veraneando, se va el tiempo volando


Adoro el verano. Siempre se me pasa en un suspiro, y por más vacaciones que me den, y más calor que toque aguantar, se me hace cortísimo. *

Desde hace dos años, cuando empezaron a recortarnos hasta los rollos de esparadrapo, servidora cobra unos trescientos leuros menos cada mes, lo que ha provocado, como las fichas de dominó que caen en hilera, otros recortes domésticos que han afectado, entre otras cosas, a los viajes. Se acabaron esas salidas al extranjero planificadas durante meses, con amigos y familia. Hasta luego, London Eye. Adiós, Mickey Mouse, hasta que me toque la loto. Volveré pero no sé cuándo. Toca restringirse al turismo rural.

Pero rural del de antes, o sea, a mi pueblo natal. Que dista cuarenta kilómetros de mi piso y al que voy todos los domingos, o sea que de exotismo poco. Y a casa de mis padres, que en un pañuelito de terreno, con una casita, un porche, una piscina desmontable, una miaja huerto y dos perros retozones, nos hacen un sitio a los cuatro para que podamos disfrutar de un poco de calor familiar que sumar al estival y aliviar nuestra soledad del resto del año. Y redescubres otra forma de pasar el estío, disfrutando de los pequeños placeres sencillos, familiares, algunos viejos y otros nuevos:


  • El placer de pedirle a mi santa madre y paciente abuela que si se puede quedar un ratillo con las niñas para pegarte un voltio con el Consorte y tomarte un café, mirar un par de tiendas, o ya, tirando la casa por la ventana, largarte a cenar los dos solos una parrillada de verduras y un vinito al Quijote. Circunstancia que en el resto del año se puede repetir sólo si Urano se alinea con las dos lunas de Plutón, el barrendero acierta la bonoloto y no tengo la regla, todo a la vez. Mamá, te quiero.
  • El placer del picnic. Este verano hemos desempolvado todos los tuppers. Hemos hecho picnic en parques, en la playa -pero sin perdonar el espeto de sardinas del chiringuito, eso sí, en take away version-, en piscinas públicas y en mi propia piscina comunitaria, a la bajada de mi piso. No podrían creerse lo que jalan dos polluelas recién salidas de la piscina, ni lo rápido que se duermen al subir a casa, cuando ya sólo queda quitarse el cloro, cepillar dientes y a la cama. Lo que te deja lista para el siguiente placer de la lista, sólo para adultos:
  • El placer del gintonic. ¿Qué se creían, que ahora tocaba el sexo? Una señora no habla de esos asuntos en su blog, queridos. Cuando las polluelas duermen, y la noche refresca, no hay mayor placer que el de meterse a barwoman y preparar un gintonic -o mojito, o caipirinha- y compartirlo  con tu señor esposo, o con tu hermana, o con los dos, en tranquila conversación en el porche. 
  • El placer de un café con helado, sirope y caramelo...
  • El placer de regar el huerto y las macetas por la noche, con la manguera, y disfrutar del olor a tierra mojada.
  • El placer de recolectar lo que cada año tiene a capricho el huerto producir, que este año han sido berenjenas. Comer platos y platos de berenjenas fritas, con y sin miel de caña. Con salmorejo y en moussaka. En pisto. Constatar que se te está poniendo cara de berenjena y empezar a endosar berenjenas a los visitantes...
  • El placer de las inacabables cenas en el porche con la familia. La cena temática de la pizza casera. La cena temática mexicana. La fiesta temática de lo que se nos ocurra delirar, que este año acabó con nuestra hija de casi nueve años bailando a las tres de la mañana con más energía que el resto de adultos presentes, que nos miraban como diciendo No os queda ná, de aquí a poco que crezca...
  • El placer de pasar la tarde entera en la tumbona del porche, leyendo un libro, con té helado en la mesa, Consorte leyendo, las niñas piscineando, mi padre viendo la tele, mi madre regando...
  • El placer de quedar con las viejas amigas de la infancia.
  • El placer, nuevo este año, de volver a nadar a mi aire, disfrutando de un ratito para mí sola, contemplando las hazañas de mis hijas en los grupos de natación de al lado.
  • El placer de ver los fuegos artificiales de la feria desde el camino del campo, poco iluminado.
  • El tardío placer, cuando las niñas han vuelto a clase y el verano toca a su fin, de salir una mañana sola a buscar un pantalón, descubrir tiendas nuevas, desayunar en la calle a los sones de música callejera.
  • El placer de estar todos vivos, sanos, y juntos.


viernes, 5 de octubre de 2012

Niño que no llora, teta que no mama


(Particular contribución a la Semana Mundial de la Lactancia Materna)





Me ha gustado lo de empezar a escribir usando un refrán como título. Los refranes son cachos de sabiduría popular condensados en una sola sentencia. Para pasar fácilmente de generación en generación.

Debería ser así de fácil con toda la sabiduría popular. Pero lamentablemente, no lo es. Es lo que ocurre con la lactancia materna, o como yo la llamo, dar teta al crío. Tooooooda la vida de Dios, desde que caminábamos semierectos lanzando gruñidos y pedradas, criando los retoños a pecho, y a la que consiguen inventar una leche artificial medio potable se nos olvida todo ese arte en menos de dos generaciones. Termina ocurriendo lo inaudito, algo que en otros ámbitos como la alimentación, respiración o la misma procreación humana sería impensable: que el modo artificial sea visto de forma más natural que el que inventó la Mother Nature. Y así, no nos extraña ver a un bebé de semanas siendo alimentado con un biberón. Pero se nos haría rarísimo ver a tó Cristo por la calle con un respirador automático. 

Es por ello que, en muchos lugares, madres supervivientes a la cultura del biberón decidieron unirse para difundir y compartir la sabiduría que se estaba perdiendo. Porque no hay manera de condensar en un refrán la postura adecuada para que un recién nacido se enganche en condiciones, cómo curar unas grietas en el pezón o qué hacer cuando se te acaba la baja maternal y  el niño aún no desayuna churros con chocolate.  Y como a nuestro alrededor una madre lactante no suele tener modelos de referencia cercanos, o acude a un grupo de éstos, o con perdón de mi madre, que no usa palabrotas, las pasa muy putas.

En esta semana en que nos encontramos, la primera de Octubre, celebramos la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Y en cada ciudad, un grupo de mujeres sin más denominador común que la experiencia de dar teta a sus críos y la voluntad de ayudar a otras madres, organiza actos para difundir su labor. Es por ello que hoy estoy escribiendo estas líneas, porque yo soy una de esas mujeres y madres. Las pasé muy canutas con mi primera hija, y cuando nació la pequeña supe de la existencia de un grupo de apoyo y empecé a ir a las reuniones, aun cuando no tenía un problema objetivo que resolver, aparentemente.

Pero sí que lo tenía, aunque Triqui mamaba como si no hubiera para mañana, aunque engordara a ojos vistas cual lechón cebado para Navidad, aunque casi ni supiera lo que era una grieta. Mi problema se llamaba soledad. Apenas conocía a nadie más que estuviera criando como yo. Era la única madre del parque y los columpios que no sabía decir en qué farmacia estaba la leche de polvos en oferta. Me miraban raro cuando decía que dormía con la niña para evitar estar media noche de parranda por los pasillos, y no precisamente con un gintonic en la mano. Gracias al grupo local de apoyo a dar la teta, encontré a madres que pasaban por lo mismo que yo y que no encontraban respuesta en los cauces oficiales. Ninguna revista de padres te dice cómo superar los cólicos si no hay biberón en el que echar unas gotitas, ni cómo se le empieza a dar a los seis meses comida de verdad tras la teta sin recurrir al mediocacitodecerealessinglutenenelbibidelanoche. Ellas sí. Y de pronto te encuentras con una cría metida en una bandolera de tela tirándose cuescos a mansalva, aliviada, y dándole una galleta para roer a los seis meses tras tomarse la teta de la mañana, y te preguntas cómo, si las cosas son tan fáciles, no hay nadie que las cuente así. Salvo mis amigas. Así llamo ahora a algunas de ellas. Porque me han abierto un mundo que yo desconocía. Porque han compartido sus galletas conmigo en el parque, junto a los columpios, porque me han ayudado con su experiencia y me han animado a seguir con la mía. A entera satisfacción de todas las partes implicadas.

Otro día cuento qué ha sido para mí poder elegir y dar el pecho para alimentar a mis retoñas. Por hoy, basten estas líneas para dar mi homenaje particular y celebrar la Semana Mundial de la Lactancia Materna. ¡Mucha teta!

PS. La elección del título tampoco es casual. Lo he elegido debido a su significado tan preciso en estos días de recorte de derechos, trabajos y servicios sociales. A aquellas amigas y compañeras que están en la lucha, reivindicando justicia en este mundo,  ¡ANIMO! Vosotras sabéis quiénes sois... ;.)

domingo, 12 de agosto de 2012

Mentir y comer pescado, requieren mucho cuidado


El que dice una mentira no sabe qué tarea ha asumido, porque estará obligado a inventar veinte más para sostener la certeza de esta primera.

Alexander Pope (1688-1744) Poeta inglés.




Charlábamos el otro día unas cuantas señoras al fresco de una conversación de Facebook sobre lo complicado que es criar a más de un vástago y que todos los días lleguen más o menos enteros a sus camas, por la afición que tienen a pelearse entre ellos, y coincidíamos todas en cómo a veces nos sentíamos más árbitros de lucha libre o mediadores de zona de conflicto que madres, cuando una de las intervinientes comentó el alivio que le suponía leer las experiencias de más personas en iguales circunstancias, siendo así que por los comentarios de la gente que trataba a diario le daban a entender que era casi la única que en su entorno directo lo padecía, pues los hijos e hijas de los demás, al decir de sus progenitores, eran un modelo de armonía fraternal. Suponía mi buena amiga entonces que muchos debían estar mintiendo, y no le faltaba razón, a buen seguro.

Y la cosa es que, aunque era la primera vez que oía mentiras sobre la relación entre hermanos, no soy la única que he comprobado cómo se falta a la verdad cuando se habla de esos tiernos seres que criamos en casa (no, los hámsters no). Si las narices crecieran en plan Pinocho, en la puerta del colegio y la sala de espera del pediatra sería tan difícil moverse como si se estuviera atravesando una selva. Esquivaríamos narices crecientes a cada paso, cual Lara Croft en la sala de entrenamiento. ¿Qué es lo que lleva a la gente a disimular la verdad, en cuanto a sus hijos se refiere? ¿Por qué esa necesidad de fingir normalidad, cuando no excelencia, en lo que atañe a los retoños, oño? Para desgracia además, de quienes no tenemos por costumbre disimular la verdad.

 A continuación paso a advertir, para aviso de primerizas y neófitos en la materia, que entre el top ten de las mentiras más comunes sobre crianza de nenes las tres primeras son:

  • Pues mi niño duerme del tirón toda la noche. Esto debería estar penado. A una madre reciente que mide con el metro de costurera la longitud de sus ojeras nadie le tiene que ir diciendo lo mucho que duermen los niños de los demás, y encima para que sea mentira. No, señora. Los niños duermen fatal, que lo sepas, según los estándares de los adultos. Es normalísimo. Ya irán durmiendo más seguidito y mejor, pero cuando a ellos les parezca conveniente, y además por rachas, fases, días y épocas. Y si alguien te dice lo contrario, o miente bellacamente, o si es verdad y se ufana de ello frente a ti, merece que al día siguiente su nene entre en fase de despertar continuo y la próxima vez que la veas sus ojeras sean más largas que las tuyas.
  • Pues mi niño duerme en su cunita/camita/cuartito/carrito/el –ito que sea. Eso de meterlo a dormir conmigo, jamás, que se acostumbra. Esta aseveración suele generar los enfrentamientos más encarnizados entre vecinas de patio y madres del cole. Más de una vez me he abstenido de entrar en liza verbal con alguien que ha presumido de la disciplina cuartelera que reina en su hogar en las horas nocturnas, habiéndome reconocido sotto voce en otra ocasión que de vez en cuando los críos le asaltaban la cama y rendía el fuerte. En esos momentos te gustaría tener una lengua prestada y recordarle sus palabras, pero desistes, porque te has dejado las lentejas al fuego y se te van a pegar.
  • Mi niño me come de todo. Pues qué bien, mire usted. Los niños de los demás, al nacer tragan como lechones, a los cuatro meses engullen papillones de cereales, al año tienen una dieta tan variada como el buffet del chino y a los tres los puedes mandar de Erasmus a Noruega. Y tú, con tu niña escuchimizada, te sientes fatal. Error, querida. Otea por la persiana a esa prima tuya que te ha restregado que su nena se ha zampado las espinacas… Todo puede ser que te sorprenda descubrir que lo único verde que come la niña son las gominolas de ese color del kiosco.


Hay muchas más: Mi nene dejó los pañales en dos días, a los dos años y cuatro meses; mis niños no tienen celos y no se pelean nunca; mi niña no ha pegado ni mordido nunca a nadie… La lista sería interminable, pero en algún momento tengo que hacer la cena, así que como conclusión, yo, que tengo dos mozuelas y unos cuantos tiros pegaos, desde aquí lo advierto: Querida lectora, desconfía. A mayor índice de perfección de la prole ajena, menor garantía hay de que lo contado sea cierto. Y si no me crees, entra en Internet y localiza cualquier foro de más madres que padres. Se te caerá la venda de los ojos y un mundo nuevo se abrirá ante tus ojos. Pues, no por nada, la mejor ventaja del ciberespacio es… su anonimato.

viernes, 3 de agosto de 2012

Grandes momentos de la maternidad







No sé ustedes, pero a mí me encanta dar la nota. La culpa la tienen mis padres, que presumían de niña que no sólo se sabía de memoria sino que además recitaba la obra entera de la función fin de curso de primero de EGB. Eso de tener a un público pendiente de ti marca tu personalidad, además de darte un gusto permanente por la escena, y hace que de mayor no te importe vestirte de hebrea y vitorear hosanna todos los años en La Pasión local, exponer en público cosas tan variopintas como un trabajo universitario, un discurso de graduación de niños que no son tuyos o tu experiencia como madre lactante, y dar el cante en público con tus niñas o a causa de ellas.


Criar a dos retoñas, a las que llamaremos Triqui -la peque- y Traca -la mayor- en público para preservar la poca dignidad que les queda a las pobres con la madre que les ha tocado en suerte, ha dado lugar a no pocas situaciones en que la destreza de una misma se ve puesta a prueba o puesta en escena, para pasmo del mundo entero o del que en esos momentos nos rodea. Siempre, por supuesto, saliendo airosa del trance.


Gran momento número uno:


Consejo escolar. Convocado para las diecisiete horas. Diecisiete horas y tres minutos. Ese día asistía la representante municipal, que era la primera vez que me veía. El resto de integrantes tienen ya más que asumido que me desplazo con mi minicirco particular, compuesto de Traca, Triqui, el Bolso (merienda, ropa, pañales, otros adminículos de mujer y madre), y Chila (supermochila ergonómica portabebés, el mejor invento tras el pelaajos de silicona, bueno no, mejor todavía). Llegué soltando a la grande en el hall para que jugara, con la chica, de dos años entonces, colgada a mi espalda en la supermochi, cubierta por un Superabrigo de los de apaño por detrás para que la nena asome su cabeza (el segundo mejor invento del siglo) y provista del Bolso y paraguas. Pedí perdón por llegar tarde, solté Bolso y paraguas, me saqué el Superabrigo en un plis por la cabeza, rechacé amablemente el ofrecimiento de ayuda para descolgar a la vástaga, cosa que hice en tres movimientos más ensayados que la muerte del cisne del Bolshoi, trinqué una silla, saqué ceras, papel y un aspito para la nena, nos arrimamos a la mesa y dije, mientras rodaban los globos oculares de la municipalidad presente por la mesa tras saltar de sus órbitas, "¿Por dónde íbamos?"


Recuerdo además que cuando la señora representante consiguió recuperar los ojos, volvieron a salírsele cuando oyó pedir a la chica, mientras repasábamos algún informe de la directora, "Maaaami, quiero tetaaaa" al tiempo que se asomaba a mi escote y yo le decía "Nooo, Triqui... Ahora no, LUEGO TE DOY UN POQUITO".


La verdad, ahora que lo pienso, no sabría decir si he vuelto a ver a esa señora...


Para otro día otra anécdota de las mías, que ahora la peque quiere remojarme en la piscina (hoy no toca nadar al lado de los cachas). Entretanto, como dicen los ingleses, feel free to express yourself, vamos, que cuentes tú las tuyas si te apetece.



lunes, 30 de julio de 2012

Cosas que hace una madre


Cosas que hace una madre#1
Comprar una cámara desechable subacuática para inmortalizar a tus retoñas haciendo la nutria en la última clase de natación del verano, guardarla en la bolsa de la piscina y, tras descubrir al llegar a ésta que la retoña mayor la sacó y la ha dejado olvidada en el campo, salir del agua, dejar a la niña con el monitor y tu hermana, ponerte el vestido otra vez, salir chorreando agua hasta el coche, llamar a tu esposo al móvil, hacer que suba con el coche y la camarita, esperarlo en la calle al sol mientras sigues goteando, ignorando las miradas de las -por fortuna- pocas personas que se cruzan, trincar la cámara al paso de Consorte, volver adentro, quitarse el vestido, meterse en el agua y tirar 27 fotos de tus niñas y tu sobrina.
Todo eso, para descubrir al final que la penca camarita, supuestamente estanca, está inundada de agua, y sólo salen unas pocas fotos de tal minipecera. Grrrrr...

Cosas que hace una madre#2
Volver a matricularlas al año siguiente en el curso y contratar además un bono de diez horas para hacer nado libre a la misma hora cuando se entera de que la retoña chica ya ha llegado a la edad en que no necesita que los padres entren con ella. Pasarse la hora de natación vigilando que la chica no se ahogue pese a los dos monitores del grupo, más la socorrista y la monitora de vestuario que están pendientes de ellos, porque no te fías al cien por cien, siendo tus temores completamente infundados. Aun así, hacer nota mental de ir a comprarle un gorro naranja fosforescente en lugar del azul que tiene, y si puede ser con lucecitas, para que la vean mejor. Desaprovechar la oportunidad de admirar a los cachas que se entrenan en la calle de al lado en favor de aplaudir el estilo de braza de la mayor. Y finalmente, perder media hora por salir del agua a la vez que tus hijas para que se puedan duchar contigo, para descubrir que las dos pasan olímpicamente de ti para quedarse con la Seño de vestuarios, que no por nada llevan cuatro veranos con ella.

Cosas que hace una madre#3
Afirmar de manera rotunda e inequívoca que NUNCA JAMÁS DE LOS JAMASES vestirás igual a tus niñas porque la sola idea te resulta vomitiva, y luego ponerte a buscar por cielo, tierra y mar dos conjuntitos, camisetas, complementos y demás abalorios de vestimenta idénticos pero en tallas con cinco años de diferencia, porque a tus niñas les da igual lo que hayas pensado tú toda tu vida y les hace ilusión salir a la calle como las infantitas en el Hola.

Cosas que hace una madre#4
Vender cien papeletas, cien, del número de lotería de la AMPA, superando su natural repulsa al abordaje de desconocidos talonario en mano cual gitana vendiendo romero, y pasearse con ellos en el bolso hasta en misa dominical por si queda algún vecino del barrio sin llevar, porque luego toca y todos llevan menos tú, venga anda ya, si son tres euritos, niña...

Cosas que hace una madre#5
Abominar del deporte futbolístico toda tu vida y presumir de que no has visto ni un solo partido de la selección, aprovechando cuando sucedían para irte de rebajas, al parque o a Disneyland, para terminar haciendo a mano treinta pompones de animadora rojos y amarillos a partir de bolsas de plástico, luciendo la camiseta roja frente a todo el cole de tus niñas, y bailando junto a la clase de tu niña mayor el OOOOOHHHH de Bisbal, habiendo estudiado previamente el calendario de la Eurocopa no vaya a ser que dé la casualidad que eliminen al conjunto patrio antes del día del baile y hagamos el ridículo más espantoso. Los niños, en todo caso, porque servidora ya lo ha dado...
Y encima, acabar viendo la final por primera vez en su vida, con la camiseta, la cara pintada, los pompones, y tener que reconocer que quizás, puede, a lo mejor, en ciertas ocasiones, el fútbol puede tener su puntito. :-)

Cosas que hace una madre#6
Apuntarse a ser la secre de la AMPA, la delegada de p/madres de la clase de la mayor, al año siguiente ser también de la de la chica, meterse en el consejo escolar, consentir en que la cacen con lazo para meterla en la comisión permanente y todo ello, sin ver por ninguna parte el jamón que le regalan a los ALTOS CARGOS... como no sea el que una misma aporta para meter en el pan el día del desayuno molinero, tras partir cuatrocientas barras de pan...

Cosas que hace una madre#7
Asistir un año entero a catequesis, otro año entero a misa dominical sin saltarte una, confesar tras veinte años sin hacerlo y salir en la procesión del Corpus del barrio cantando a grito pelao tras la Custodia, renunciando a tu íntimo desapego con la Iglesia oficial, porque a tu niña le hace ilusión hacer la comunión con sus amigos y compañeros de clase y no que tú te la lleves a otra parroquia o hagas homeschooling eucarístico.

Y muchas cosas más, pero me tengo que ir a admirar a los cachas de la calle de al lado nadar mientras mis niñas están en su curso en la piscina.

domingo, 29 de julio de 2012

Lecturas de verano I: Va de sombras

No de las siniestras que se nos vienen encima cuando la prima de riesgo haga catapúm, ni las del callejón de tu barrio por el que no pasas de noche así tengas que dar un rodeo cargada con tres bolsas del Puturrú... Hablo de la trilogía de moda en las librerías, en las descargas del kindle y en el patio de mi manzana (que no es particular, pero sí se moja como todos los demás)...


Supongo que no esperaríais de mí una crítica de una obra de Proust o un texto al uso de un blog serio, ¿no? Menos mal, porque no la vais a tener. Por otro lado, sí, ¿qué pasa? Me he leído los tres libros y además compulsivamente. Tanto que no pude esperar a que mi señor Consorte me los pasara al librolestrónico y lo tuve que hacer yo solita, aun a riesgo de provocar una catástrofe cibernética (No soy muy ducha en interneteos. A mí me saca usté del feisbuk, mi correo y trastear por San Gúguel y me pierdo como tó Dios).

Bueno, al lío. A mí me ha gustado. Claro, si no no estaría haciendo la crítica. No nos llevemos a engaño: ni a la autora le van a dar el Nobel ni el argumento difiere mucho del de cualquier telenovela del mediodía. Es como si  Corín Tellado hubiera ido de tuppersex, seguido de unas copitas y de vuelta a casa se hubiese encontrado a los de Callejeros haciendo un reportaje sobre un simpático club de adultos, y todo ello la hubiera inspirado para escribir una novela de las suyas con aderezo picante. De hecho, la inspiración original lo fue más ídem. Inicialmente, los protagonistas no eran Anastasia Steele y Christian Grey, estudiante universitaria y empresario, sino Bella Swan y Edward Cullen, estudiante de instituto y chupasangres vegetariano. Los de Crepúsculo, vaya. De hecho, cualquiera que se haya leído la otra saga identifica perfectamente ciertos paralelismos. (Sí, yo la he leído, ¿qué pasa? Y en inglés. Como buena Pecu.) Tampoco es que se llevara la acción muy lejos: de Forks a Seattle. E. L. James escribió un fanfiction llamado Master of Universe basado libremente (y alegremente) en la saga, que se hizo tan popular que acabó reescribiéndolo eliminando cualquier referencia a vampiros inmortales y chicos lobo y la publicó en una editorial electrónica. Pegó tal bombazo que ya es éxito mundial y dicen que Angelina Jolie se está pensando protagonizar la versión cinematográfica. La verdad es que no termino yo de verla en el papel, y no porque le falten méritos, que ya se sabe que si yo fuera lesbiana llevaría su foto en la cartera, sino porque no la veo yo precisamente sumisa...

El mérito que se le puede reconocer a la trilogía es, aparte de su tremenda difusión, el que esté haciendo que a lo largo y ancho del planeta, mujeres que no hablaban de estos temas en público se atrevan ahora a recomendarlo a la vecina y aderezar de paso su vida personal. Personalmente, echo en falta más variedad en el género, y me atrevo a lanzar una sugerencia: necesitamos novelas de este tipo, donde los protagonistas sean más cercanos. Donde Anastasia y Christian se llamen Marimerche y Manolo, sean cajera del Supertodo y desempleado en reciclaje y búsqueda activa de empleo, con dos niños de corta edad, se muevan en un citroen Saxo de segunda mano y no en helicóptero y Audis, y vivan con los padres de ella porque no les llega para el alquiler. Y aun así, tengan alegría por la vida y ganas de mejora en el terreno del débito conyugal. Estoy segurísima de que también sería un bombazo e inspiraría a muchas... ¿O quizás no engancharía lo mismo?

sábado, 28 de julio de 2012

Me lo pedíais tanto...

...que al final he picado :)


Y ahora, ¿de qué hablamos? ¿Maternidad, crianza del pulpo en cautiverio, los últimos recortes del top ten o el tiempo atmosférico?


Se admiten sugerencias...


PD. Mientras sugerís, voy a aprovechar para investigar este mundillo, poner derechos los cuadros, sacar el polvo, ya sabéis...