Peculiaridades

jueves, 19 de marzo de 2015

Quien da, por padre pasará, y quien toma, por hijo se pregona


¿Saben? Llevo más de dos meses con una entrada atascada por vaguería pura y dura falta de ideas sobre ser o no ser una buena madre y lo hartita que me tienen con publicaciones al respecto. Una de las razones que tengo apuntadas es que aún no he visto ningún medio que saque el mismo titulito de marras pero dedicado a los padres (y si existe, enviádmelo, coñe, que me deleite).

Me explico. Cada dos por tres sale por ahí algún espumarajo vocal o escrito, sea artículo, libro, noticia o debate, abundando en lo bueno o malo que es ejercer la maternidad dando o no el pecho, conciliando con guarderías o au pairs balinesas, trabajando fuera y dentro de casa o sólo dentro, educando con las monjas agustinas, en una granja escuela o en casa, alimentando con comida casera ecológica y sostenible o con pizzas del Puturrú. Casi siempre pontificando en qué define a una madre como buena o mala (anda que no hay tela que cortar ahí). Y una duda me asalta, hoy día del Pater más, claro, ¿Y los padres qué? ¿QUÉ ES SER UN BUEN PADRE?

Tienen suerte: como hoy estoy generosa les voy a dar mi particular visión del tema, basada en mi experiencia en la relación con un espécimen adulto varón que un día tuvo el gusto de cruzar genes conmigo.


  1. Para ser buen padre hay que criar, no únicamente engendrar. Esencial. Por aquí se suele responder en guasa cuando le preguntan a un hombre si unos churumbeles son suyos que sí, que lo son, y que si no, los está criando, cosa que cuando lo dice Consorte a mí me pone renegra, porque en toda mi vida no he tenido ganas ni tiempo de ponerle los cuernos, pero que encierra una verdad fundamental: padre es el que los ve crecer y no el que los fabricó.
  2. Un buen padre respeta, apoya y valora, y a poder ser ama, a la madre de las criaturas. Que se conviva con ella o no, aunque muy deseable, ya no es tanto la norma, pero el que se haya roto el amor de tanto usarlo no es razón para llevarse mal, por el bien de la descendencia. Podrá ser difícil, pero no imposible. Y si comparten techo, que sea felizmente; que ponga todo de su parte para contribuir a la paz y armonía doméstica. (Música de violines, por favor) No quiere decir que no discutan los dos, que lo harán y mucho, porque es imposible, a no ser que uno de los dos tenga una absoluta falta de criterio, que sus opiniones coincidan en todo, pero sí que en aras del bien común, llegarán a acuerdos en todo lo que concierne al bienestar de las fierecillas, ya sea a qué colegio irán o a qué hora debe volver a casa.
  3. Un buen padre quiere a sus criaturas. Reconoce con asombro (feliz frase descubierta en el BOE) que son parte de él y a la vez no son él, por lo que procurará amarlos, respetarlos y cuidarlos hasta que la descendencia coja un avión y se largue a Londres con dos másteres a fregar platos en un restaurante, y no proyectará sus carencias ni sueños frustrados intentando que el niño sea, un poner, el Messi que él no fue.
  4. Un buen padre SE SUPERA a sí mismo. ¿Que nadie lo enseñó a cambiar pañales? Pues ahora lo hace con los ojos cerrados y una mano atada a la espalda, aunque las treinta primeras veces rematara la faena con ayuda de la cinta aislante. ¿Que tiene dos niñas que adoran pintarse las uñas? Aprende a hacer la manicura tan bien que le daría envidia a Rihanna. ¿Quién dijo miedo... o vergüenza?
  5. Un buen padre no espera a que le digan lo que tiene que hacer. Sabe que al nene le toca dentista, que la niña va a tocar la flauta a las seis, que los yogures preferidos del peque son los cremosos de fresa del Mercaytoma y que es un error ponerles un jersey blanco el día que tocan espaguetis con tomate en el comedor, sin que se lo tenga que avisar nadie. En esto tienen que cambiar el chip muchas madres. Señoras, no dejen la ropa de los niños preparada fuera para que el padre los vista, que no son tontos. No pasa nada si el pantalón era verde y el jersey naranja y morado. Mientras no pasen frío, qué más da. Mire una foto de usted en los ochenta: sí, hija, ésa era usted y aquí está y no se ha muerto por ir con esas pintas.
  6. Un buen padre sabe que no es perfecto ni falta que hace, aunque a veces le asalte la duda. No intenta imitar a otros como éste o este otro porque se siente seguro de que lo está haciendo lo mejor que puede, y será verdad, porque en tal día como hoy le han regalado dos claveles, tres tarjetas, un par de manualidades, una botella de ginebra y besos a tutiplén. 
Seguramente se podrían añadir más puntos pero me está esperando para cenar el ejemplar de papá al que está dedicado esta entrada. Conozco padres maravillosos. Uno donó un riñón a su hija. Otro pidió reducción de jornada en vez de su mujer para cuidar a sus hijos. Otro dejó de trabajar para cuidar a su hija muy enferma. Conozco a uno que presidió una AMPA y curró un montón por el cole de su nene. Y me acuerdo muy especialmente de uno que, allá desde donde esté, creo firmemente que sigue cuidando de sus dos hijos. Pero hoy esto va dedicado a Consorte, que cruzó mi ciudad durante un invierno entero para traerme a Triqui al trabajo a que le diera de mamar, que estuvo a mi lado en dos partos sin un triste café, que sabe hacer trenzas en el pelo de sus hijas (y yo no) y les pinta las uñas y que ayer se fue de compras con Traca a buscar ropa para ella. Gracias, corazón. Te prometo que la próxima vez que haga arroz recordaré que es una taza y no dos vasos lo que hay que echar.