Peculiaridades

jueves, 19 de marzo de 2015

Quien da, por padre pasará, y quien toma, por hijo se pregona


¿Saben? Llevo más de dos meses con una entrada atascada por vaguería pura y dura falta de ideas sobre ser o no ser una buena madre y lo hartita que me tienen con publicaciones al respecto. Una de las razones que tengo apuntadas es que aún no he visto ningún medio que saque el mismo titulito de marras pero dedicado a los padres (y si existe, enviádmelo, coñe, que me deleite).

Me explico. Cada dos por tres sale por ahí algún espumarajo vocal o escrito, sea artículo, libro, noticia o debate, abundando en lo bueno o malo que es ejercer la maternidad dando o no el pecho, conciliando con guarderías o au pairs balinesas, trabajando fuera y dentro de casa o sólo dentro, educando con las monjas agustinas, en una granja escuela o en casa, alimentando con comida casera ecológica y sostenible o con pizzas del Puturrú. Casi siempre pontificando en qué define a una madre como buena o mala (anda que no hay tela que cortar ahí). Y una duda me asalta, hoy día del Pater más, claro, ¿Y los padres qué? ¿QUÉ ES SER UN BUEN PADRE?

Tienen suerte: como hoy estoy generosa les voy a dar mi particular visión del tema, basada en mi experiencia en la relación con un espécimen adulto varón que un día tuvo el gusto de cruzar genes conmigo.


  1. Para ser buen padre hay que criar, no únicamente engendrar. Esencial. Por aquí se suele responder en guasa cuando le preguntan a un hombre si unos churumbeles son suyos que sí, que lo son, y que si no, los está criando, cosa que cuando lo dice Consorte a mí me pone renegra, porque en toda mi vida no he tenido ganas ni tiempo de ponerle los cuernos, pero que encierra una verdad fundamental: padre es el que los ve crecer y no el que los fabricó.
  2. Un buen padre respeta, apoya y valora, y a poder ser ama, a la madre de las criaturas. Que se conviva con ella o no, aunque muy deseable, ya no es tanto la norma, pero el que se haya roto el amor de tanto usarlo no es razón para llevarse mal, por el bien de la descendencia. Podrá ser difícil, pero no imposible. Y si comparten techo, que sea felizmente; que ponga todo de su parte para contribuir a la paz y armonía doméstica. (Música de violines, por favor) No quiere decir que no discutan los dos, que lo harán y mucho, porque es imposible, a no ser que uno de los dos tenga una absoluta falta de criterio, que sus opiniones coincidan en todo, pero sí que en aras del bien común, llegarán a acuerdos en todo lo que concierne al bienestar de las fierecillas, ya sea a qué colegio irán o a qué hora debe volver a casa.
  3. Un buen padre quiere a sus criaturas. Reconoce con asombro (feliz frase descubierta en el BOE) que son parte de él y a la vez no son él, por lo que procurará amarlos, respetarlos y cuidarlos hasta que la descendencia coja un avión y se largue a Londres con dos másteres a fregar platos en un restaurante, y no proyectará sus carencias ni sueños frustrados intentando que el niño sea, un poner, el Messi que él no fue.
  4. Un buen padre SE SUPERA a sí mismo. ¿Que nadie lo enseñó a cambiar pañales? Pues ahora lo hace con los ojos cerrados y una mano atada a la espalda, aunque las treinta primeras veces rematara la faena con ayuda de la cinta aislante. ¿Que tiene dos niñas que adoran pintarse las uñas? Aprende a hacer la manicura tan bien que le daría envidia a Rihanna. ¿Quién dijo miedo... o vergüenza?
  5. Un buen padre no espera a que le digan lo que tiene que hacer. Sabe que al nene le toca dentista, que la niña va a tocar la flauta a las seis, que los yogures preferidos del peque son los cremosos de fresa del Mercaytoma y que es un error ponerles un jersey blanco el día que tocan espaguetis con tomate en el comedor, sin que se lo tenga que avisar nadie. En esto tienen que cambiar el chip muchas madres. Señoras, no dejen la ropa de los niños preparada fuera para que el padre los vista, que no son tontos. No pasa nada si el pantalón era verde y el jersey naranja y morado. Mientras no pasen frío, qué más da. Mire una foto de usted en los ochenta: sí, hija, ésa era usted y aquí está y no se ha muerto por ir con esas pintas.
  6. Un buen padre sabe que no es perfecto ni falta que hace, aunque a veces le asalte la duda. No intenta imitar a otros como éste o este otro porque se siente seguro de que lo está haciendo lo mejor que puede, y será verdad, porque en tal día como hoy le han regalado dos claveles, tres tarjetas, un par de manualidades, una botella de ginebra y besos a tutiplén. 
Seguramente se podrían añadir más puntos pero me está esperando para cenar el ejemplar de papá al que está dedicado esta entrada. Conozco padres maravillosos. Uno donó un riñón a su hija. Otro pidió reducción de jornada en vez de su mujer para cuidar a sus hijos. Otro dejó de trabajar para cuidar a su hija muy enferma. Conozco a uno que presidió una AMPA y curró un montón por el cole de su nene. Y me acuerdo muy especialmente de uno que, allá desde donde esté, creo firmemente que sigue cuidando de sus dos hijos. Pero hoy esto va dedicado a Consorte, que cruzó mi ciudad durante un invierno entero para traerme a Triqui al trabajo a que le diera de mamar, que estuvo a mi lado en dos partos sin un triste café, que sabe hacer trenzas en el pelo de sus hijas (y yo no) y les pinta las uñas y que ayer se fue de compras con Traca a buscar ropa para ella. Gracias, corazón. Te prometo que la próxima vez que haga arroz recordaré que es una taza y no dos vasos lo que hay que echar.

viernes, 4 de julio de 2014

Cortando cojones se aprende a capar ;-)

(Empowerment My Own Way)


No es necesario el corte de mangas para empoderarse, pero captan la idea, ¿no?


Según Wikipediaesta señora, el término "empoderamiento femenino",acuñado en la Conferencia Mundial de las Mujeres en Beijing (Pekin) en 1995, se refiere más o menos a tomar conciencia de que somos mujeres, de nuestras capacidades, posibilidades, y de que como sujetos activos nosotras tenemos el control en nuestra vida y nuestros actos. Luego ya si queremos pasamos a estudiar las ramificaciones, variantes y otras banderillas en vinagre que tiene la cosa, pero como es una tarde de Julio y me quiero bajar a la piscina, pues lo dejamos al libre albedrío de quien me lea, esto es, que pique usted en los enlaces de arriba si le interesa mucho el tema o no puede dormir esta noche.

Al revés de lo que se pudiera suponer por la elección del refrán que da título a la entrada, empoderarse una misma no tiene nada que ver con sacar un cuchillito así como el que usa Panorámix y liarse a castrar varones al paso. Meramente se refiere al hecho de que en mi propia experiencia personal, ha sido el irme enfrentando a los distintos retos y etapas de la vida lo que me ha ido curtiendo, madurando, creciendo, asegurando, concienciando, armando y otros gerundios: total, empoderando. Y ahora que ya he cruzado el umbral de los cuarenta soy capaz de reconocer algunas de las circunstancias que me han hecho lo que soy ahora:

  1. Sacarme el carnet de conducir. Con dieciséis años le contaba a todo el que me oyera que jamás de los jamases conduciría un coche. Con diecinueve me lo saqué (esto da para otra entrada, nunca digas de este agua y tal). Con veintiuno, un título nuevecito de enfermera y un novio al norte de la geografía cordobesa, me lancé a los caminos en un Seat Marbella rosa fucsia con asientos azules a buscarme las habas y los achuchones (en mi descargo, el del concesionario me timó diciéndome que era rojo coral, cuando lo tuve ya no lo podía devolver, y al final me encantó y lo vendí a los cuatro años llorando). Con treinta y tantos, dos niñas y un piso en el barrio peor comunicado del califato, me he ido sola con ellas adonde ha hecho falta, de día o de noche, cuando Consorte trabajaba. La alternativa era quedarnos en casa y sacarnos los ojos de aburrimiento, pues hala, como Martirio, a la calle a pegar chillíos. He tenido accidentes (pocos, leves, y sólo uno por mi culpa), he tenido roces y he pasado a veces miedo (ponte a buscar un pueblo perdido a las siete de la mañana por un camino donde no pasa ni el susto...), pero son riesgos a asumir. O eso, o no me muevo.
  2. Tener el oficio que tengo. Cuidar del cacho de salud que una persona o colectivo  te confía te hace cada vez más fuerte, prudente y sabia. Te obliga a tomar decisiones, a practicar la tolerancia y el respeto, a continuar aprendiendo para mejorar tu praxis y a saber cuándo pedir ayuda, entre otras cosas. Son muchas cualidades que no te dan con un diploma, sino que se aprenden día a día y que repercuten en tu vida personal. Para mí la vida, la enfermedad, la salud y la muerte tienen otro carácter que no es el común, y eso se fragua a base de ver nacer, morir, enfermar y sanar.
  3. Amar, tener pareja, convivir y compartir. Que tiene tela, ¿eh? Sobre construir una relación igualitaria, sin miedos, basada en el respeto, la confianza, los proyectos comunes y las cuotas de la hipoteca han escrito otros con más ganas y tiempo que yo, así que continúe usted esta noche en caso de insomnio, por ejemplo aquí o aquí.
  4. Gestar, parir y criar. Con toda seguridad es lo que más me ha definido y afinado. Traca nació cuando yo tenía treinta años y me creía que lo sabía todo, incluido por supuesto cómo cuidar de una criatura. Suponía que era pan comido, ¿no llegué a tener seis prematuros a mi cargo en Neonatos? ¡JA! ¡Nadie viene a darte el relevo a las ocho! Tener el primer vástago te hunde en la miseria, te resucita y te eleva, te cuestiona, te da la vuelta, te vuelve del revés y cuando te pone otra vez del derecho, ya no eres la misma y ni te reconoces. En los apuntes de la carrera no viene qué hacer cuando la niña llora seis horas, mama seis veces, caga y vomita otras seis y se queda dormida como los ángeles cuando tú te vas a tirar por la ventana. Peor, todo el mundo tiene un consejo diferente, desde el pediatra hasta el carnicero, que no tiene hijos y sólo le pediste medio kilo de albóndigas, pero él te da el medio kilo y el consejo, porque de críos sabe todo el mundo. No tienes cerca ni familia ni tribu ni perrito que te ladre, sólo Consorte, tú y la pequeña gritona. Y encima te deja con un cuerpo que poco se parece al de fábrica, y que tienes que conseguir aceptar, so pena de gastarte una fortuna en tratamientos de belleza, cirugías, dietas de la pera cocida y cócteles de morfidal. Pero sales adelante. ¡Digo, si sales!
Algunos ejemplos prácticos de cómo todo esto me sirve para empoderar en mi vida:

  • Ser capaz de saltar al agua tras tu hija menor, que no conoce el miedo, desde una tirolina a cuatro metros de altura en presencia de la cuarta parte de la población de tu ciudad natal, el día de la fiesta del agua de las piscinas municipales, importándote un carajo que hayas protagonizado el faletazo del verano. Porque si ella lo ha hecho, su mami no va a ser menos.
  • Hacerme cincuenta kilómetros de carretera de noche, conduciendo con dos hijas penosas, bajo la siguiente premisa: Niñas al conductor no se le molesta y no quiero oír ni una pelea hasta llegar a casa, y cuando digo nada es nada, a no ser que salte sangre, haya humo o vayáis a vomitar. ¿A que vamos a ir fenomenal? Repetid conmigo: ¡Mamá, sí Mamá!
  • Parir a Triqui sin epidural, porque yes, I can. Tras un primer parto dormida de cintura p'abajo, tumbada, con el coño punto de aparición de la actriz invitada apuntando a la luna y el director de escena dejándose caer sobre mis costillas para que saliera la criatura, y de recuerdo más puntos que la mantelería de mi suegra, ni harta de lo que cría mi padre en los toneles del sótano volvía a repetir anestesia. No me va nada el masoquismo y mis pacientes pueden confirmar la alegría con la que dispenso los analgésicos, pero no cambio ese parto por nada del mundo. Yo no he tomado drogas en mi vida, pero cuando vi esa carita experimenté un subidónsubidónsubidónnnnn tal que no dormí en toda la noche de la energía que tenía. Eso sí, lo siento por quien no tuviera tapones de los oídos a mano, porque me despaché a gusto dilatando. Y definitivamente te deja sabiendo que si has hecho eso, puedes con lo que sea, por ejemplo:
  • Discutir con el médico adjunto de la guardia, porque no lleva razón, porque no va a echarte la culpa de algo que no es responsabilidad tuya, y porque este tío no va a poder contigo, que has parido sin epidural. Lo mismo con el de Recursos Humanos, que se cree que tú eres nueva y te quiere poner en el turno de ya te llamo y te digo de qué y dónde vienes, y no sabe que tú has echado los colmillos en los pasillos del hospital. Antes me arrugaba en tales circunstancias, ahora saco la plancha.
  • Defender tus elecciones como madre ante quienes no sienten curiosidad sino desprecio o crítica: ¿Y por qué no les pones pendientes? ¿Y por qué las bautizas tan grandes? ¿Y por qué todavía le das el pecho? ¿Y por qué la llevas colgada de una mochila? ¿Y por qué la llevas a ese colegio público? Señora o caballero: PORQUE PUEDO Y ME DA LA GANA. Me parece fenomenal que usted haga o piense lo contrario. Allá cá uno y sus caunás.
  • Bañarme en la playa o piscina con bikini, con bañador, con camiseta de protección solar (y con burkini si el Decathlon lo vendiera y fuera más cómodo que pringarse de crema y arena), esparciendo o recogiendo lorzas sin más criterio que mi propia comodidad. A quien no le guste mi cuerpo, que mire para otro lado, que hay variedad.
  • Trabajar vestida con el uniforme reglamentario y en la cabeza, según temporada, un gorro de Papá Noel, una diadema de reno con cascabeles, una flor de gitana o una diadema de orejitas de Minnie Mouse o Piglet, porque no hay cosa más aburrida que las interminables sesiones de diálisis, y hay que animar el cotarro un poco.
  • Asistir a clases de danza del vientre. Si hay algo que te ayude a aceptar tu cuerpo, es esto. Da igual que seas alta, baja, guapa, fea, gorda o flaca; de hecho mejor si tienes el culo cual plaza de toros, mejor lo moverás.
  • Matricularme con cuarenta años, por satisfacción personal solamente, en el C1 de Inglés en la EOI, verme haciendo tareas a dúo con mi hija mayor, y contra todo pronóstico, aprobar el examen en la convocatoria de junio. Yes we can!
En esta tarea del autopoder no se crean ustedes que ya lo tengo todo hecho, ni mucho menos. Quedan retos como empezar a luchar por lo que creo, y no sólo defenderlo, mejorar mi estilo de baile y no morirme de pánico al ver una cucaracha. Si aprecian sus 
vidas, no lo intenten ni de broma...

Banghra: My Own Way  





sábado, 27 de julio de 2013

Nunca es tarde si la dicha es buena



Debo esta entrada desde hace ya meses, y por eso he elegido ese refrán para titularlo. Espero merecer el perdón de las compañeras que me lo pidieron: chicas, ya sabéis que tenemos la agenda de un ministro pero sin secretaria, coche oficial ni por supuesto el sueldo. Cuesta ponerse a escribir. Prueba de ello es que sólo llevo título y un párrafo y ya han venido a verme Traca para ojear lo que hago, Triqui para enseñarme la hora en su reloj de pulsera de madera y Consorte para anunciar el cambio exitoso del primer halógeno del cuarto de baño. El siguiente será el Pou del móvil pidiendo jugar, alimentarle o limpiarle la mierda -Jesús, qué bicho virtual más guarro-, como si lo viera.

A lo que íbamos. Como anuncié en la anterior entrada, esta primavera se celebró la reunión de antiguas alumnas de mi promoción de la EGB. Sólo decir Educación General Básica ya da a entender que la que  suscribe, al igual que las que vinieron, dejaron la mocería hace algo de tiempo. Un casi nada, bueno veinticinco añitos desde que nos fuimos del cole. En realidad, veintiséis porque llevó tiempo organizar el evento. Como servidora se fue del pueblo a la capital de provincia a buscarse la vida, el novio y las castañas, no mantuve el contacto con la mayoría de las que compartieron conmigo aulas, juegos de comba, catequesis, comuniones y otros sacramentos que cayeron en el lote, exámenes, excursiones y notas. Así que sentía mucha curiosidad por volver a verlas, saber de sus vidas, qué caminos tomaron al salir de aquella etapa.

(Consorte acaba de cambiar los cuatro halógenos del baño por LEDs. Ahora mi microbaño está tan inundado de luz que puedo ver más claramente las patas de gallo y los pelos del bigote. Ciertamente recomendable...)

Si tuviera que resumir el día en una palabra, de las muchas que me vienen a la cabeza me quedo con emocionante. Sin duda alguna. Volver a ver a personas que llevaba hasta veintiséis años sin ver, que me llamaran por mi nombre cuando yo pensaba que no me recordarían, reencontrarte con tus antiguas profesoras, la mayoría ya jubiladas, interesándose por lo que había hecho tras irme de allí, contando anécdotas, leer la bienvenida en la misa con la voz quebrada por los nervios (yo, que me jacto de no tener miedo escénico), cantar las viejas canciones del coro, recorrer el colegio y descubrir lo mucho que ha cambiado conservando sin embargo rincones y espacios idénticos a como eran en nuestros días... Fue un jornada para no parar de saludar y hacer preguntas, para reír y emocionarse, para brindar y bailar, para hacer cientos de fotos, comer, bailar... y recordar, sobre todo, recordar. Una ocasión para rellenar muchos huecos en el puzzle de la vida a través de fotos de otros tiempos y recuerdos de otras memorias, mejores que la mía, que para decepción propia y ajena ya no es la que fue de niña.

No tiene precio enterarse, por boca de una de ellas, de que las profesoras me tenían puesto mote. Me llamaban La Letrada... Me reí mucho, y como les dije, pues sigo con mote, ahora soy La Pecu. Acabé llorando, durante la comida, mientras hablábamos de la hermana Leonor, buena persona donde las hubiera, y al descubrir que no fui la única a la que pagó la excursión de fin de curso de sexto que mis padres no se podían permitir. Y lo lejos que llegaba su bondad. Me sorprendí cuando Auxi me dijo que me admiraba entonces por ser la única que le sostenía la mirada a la Seño en octavo, espero no haberla decepcionado cuando le conté que probablemente se debía a que ya entonces estaba miope perdida, porque yo de valor, cero. Me extrañó ver que no éramos mayoría las que tirábamos de móvil para enseñar las fotos -o ecografías- de los retoños, porque muchas habían seguido derroteros que no incluían la maternidad y la mayoría por elección, pero me alegró saberlo, pues así comprobé que mi generación fue de las primeras que tuvo libertad para salirse del camino establecido si así se quería.

También, y aquí dejo mi habitual tono jocoso, fue una ocasión para soltar cargas y cerrar cuentas pendientes. De esto no hablé con nadie, no era el momento, ni tampoco hizo falta. No conozco a nadie que guarde un recuerdo inmaculado de los años escolares, y yo no soy ninguna excepción. Siempre hay alguien con quien no te llevabas bien, siempre hay alguna humillación o pequeño sufrimiento que no olvidas, siempre algo te deja huella más permanente de la que hubieras querido. Ese día, sin nombrar siquiera esas cosas, sin decírselas a nadie, cerré heridas. Te das cuenta de que esas cosas sucedieron a personas que ya no existen porque crecieron y cambiaron, y no tiene sentido ya que guardes sombras. Y la reconciliación llega.

No puedo acabar sin agradecer de todo corazón desde este espacio a todas las que formaron el comité organizador, que a lo largo de varios meses consiguieron localizar y reunir a treintitantas personas esparcidas por un amplio cacho de geografía y disponer todo el jaleo, incluyendo comida, bebida, café, copas, merienda, baile... Salimos con un CD lleno de fotos en el bolso y el alma cargada de emoción. A las profesoras que vinieron a compartir la misa y la visita. A mis compañeras, todas ellas, las que vinieron y las que faltaron. Gracias por un día sensacional y por lo que compartimos, entonces y ahora.

Y chicas, mientras bailábamos a ritmo de los Hombres G, caí en la cuenta de que, oficialmente, acabamos de entrar en la categoría de carrozas... pero, eso sí, todas con un chasis envidiable y aún mejor motor.

Gracias.

domingo, 10 de marzo de 2013

"La educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser"

Hesíodo

Ayer tuve el gran honor de dar la bienvenida a mis ex compañeras de clase del colegio donde hice la EGB. El encuentro se merece todo un tema aparte, pero me temo que esta semana, asuntos familiares me van a ocupar la cabeza de tal manera que me será imposible escribirla. Pero muchas de las asistentes me han pedido tener el texto de la bienvenida, y por ello lo cuelgo aquí:



"Buenos días. Las organizadoras me han pedido que dirija unas palabras para abrir este acto. Quiero agradecerles antes de continuar que hayan depositado su fe en mí. Sólo espero que no se arrepientan.

Queridas compañeras de colegio, familiares, profesoras, hermanas: me es muy grato daros la bienvenida al encuentro de Antiguas Alumnas del Rebaño de María, promoción del 73, en el 25 aniversario de su salida de este Colegio.

En realidad son ya casi 26 los años que hace desde aquel Junio del 87, cuando triunfaban los Hombres G que habíamos conseguido ver en una firma de discos en el viaje fin de curso a Madrid. Creo que algunas profesoras aún tienen pesadillas recordando aquello. Atrás dejamos muchas experiencias… No sólo lecciones y exámenes, sino convivencias, fines de curso con sus tómbolas y bailes, Meses de María por Mayo, muchas horas de catequesis y aún más de ensayos del coro, canciones e himnos, juegos de comba y salto de goma elástica, la Primera Comunión, el rezo de la mañana, el infame potro de gimnasia que nunca conseguí saltar, obras de teatro…

Decía un tal Hodding Carter, periodista, que a los hijos sólo se les puede dejar dos legados duraderos, raíces y alas. Y mi amiga Carmen, maestra, añade que la misma tarea tienen los enseñantes: raíces para saber de dónde venimos, alas para dibujar nuestro propio camino. Aquel Junio del 87, con las raíces que he citado, abrimos las alas poco a poco y empezamos a marcar nuestro propio camino. Otros estudios, carreras, oficios, trabajos, negocios… Parejas, hijos, sobrinos, motocicletas… Algunas se quedaron aquí y hoy sus hijos ocupan las mismas clases donde nosotras nos sentábamos. Una de nosotras ha llegado a ser profesora aquí mismo. Otras volaron más lejos, Córdoba, Madrid, Cádiz…

Hemos cambiado mucho. De niña me sabía al dedillo la vida de la Madre Fundadora y anteayer la tuve que buscar en el Google para preparar este discurso. Dejé el uniforme gris y blanco y ahora me pongo uno azul en el hospital. Pero hay cosas que permanecen. Los Hombres G ahí están, con menos pelo, sí, pero siguen grabando discos y hasta un musical. Y cuando nosotras nos juntamos y alguien saca las viejas canciones de coro del cole, las voces se alzan solas, encuentran el tono a la primera (o a la segunda) y  la emoción se asoma a nuestras caras.

Por eso de vez en cuando, como hoy, hay que descansar las alas, tomar tierra y volver al nido, a nuestras raíces, para recordar el sentido de la pertenencia a un grupo, las enseñanzas que recibimos, el valor del compañerismo y la amistad, en suma, todas aquellas cosas que cuando fuimos niñas, sentaron las bases de las mujeres que hoy somos. Porque, como dice Teresa de Calcuta:

Enseñarás a volar,
pero no volarán tu vuelo.

Enseñarás a soñar,
pero no soñarán tu sueño.

Enseñarás a vivir,
pero no vivirán tu vida.

Sin embargo…
en cada vuelo,
en cada vida,
en cada sueño,

perdurará siempre la huella
 del camino enseñado.

Cantemos ahora en la Santa Misa como entonces hacíamos. Como si no hubieran pasado casi veinticinco años. Como si fuésemos a salir después al patio de recreo. Y recemos como nos enseñaron, pidiendo volver a reunirnos dentro de otros 25 años. Disfrutemos hoy de la alegría del encuentro. Mañana seguiremos volando.

Gracias a todas, y bienvenidas."

viernes, 19 de octubre de 2012

Veraneando, se va el tiempo volando


Adoro el verano. Siempre se me pasa en un suspiro, y por más vacaciones que me den, y más calor que toque aguantar, se me hace cortísimo. *

Desde hace dos años, cuando empezaron a recortarnos hasta los rollos de esparadrapo, servidora cobra unos trescientos leuros menos cada mes, lo que ha provocado, como las fichas de dominó que caen en hilera, otros recortes domésticos que han afectado, entre otras cosas, a los viajes. Se acabaron esas salidas al extranjero planificadas durante meses, con amigos y familia. Hasta luego, London Eye. Adiós, Mickey Mouse, hasta que me toque la loto. Volveré pero no sé cuándo. Toca restringirse al turismo rural.

Pero rural del de antes, o sea, a mi pueblo natal. Que dista cuarenta kilómetros de mi piso y al que voy todos los domingos, o sea que de exotismo poco. Y a casa de mis padres, que en un pañuelito de terreno, con una casita, un porche, una piscina desmontable, una miaja huerto y dos perros retozones, nos hacen un sitio a los cuatro para que podamos disfrutar de un poco de calor familiar que sumar al estival y aliviar nuestra soledad del resto del año. Y redescubres otra forma de pasar el estío, disfrutando de los pequeños placeres sencillos, familiares, algunos viejos y otros nuevos:


  • El placer de pedirle a mi santa madre y paciente abuela que si se puede quedar un ratillo con las niñas para pegarte un voltio con el Consorte y tomarte un café, mirar un par de tiendas, o ya, tirando la casa por la ventana, largarte a cenar los dos solos una parrillada de verduras y un vinito al Quijote. Circunstancia que en el resto del año se puede repetir sólo si Urano se alinea con las dos lunas de Plutón, el barrendero acierta la bonoloto y no tengo la regla, todo a la vez. Mamá, te quiero.
  • El placer del picnic. Este verano hemos desempolvado todos los tuppers. Hemos hecho picnic en parques, en la playa -pero sin perdonar el espeto de sardinas del chiringuito, eso sí, en take away version-, en piscinas públicas y en mi propia piscina comunitaria, a la bajada de mi piso. No podrían creerse lo que jalan dos polluelas recién salidas de la piscina, ni lo rápido que se duermen al subir a casa, cuando ya sólo queda quitarse el cloro, cepillar dientes y a la cama. Lo que te deja lista para el siguiente placer de la lista, sólo para adultos:
  • El placer del gintonic. ¿Qué se creían, que ahora tocaba el sexo? Una señora no habla de esos asuntos en su blog, queridos. Cuando las polluelas duermen, y la noche refresca, no hay mayor placer que el de meterse a barwoman y preparar un gintonic -o mojito, o caipirinha- y compartirlo  con tu señor esposo, o con tu hermana, o con los dos, en tranquila conversación en el porche. 
  • El placer de un café con helado, sirope y caramelo...
  • El placer de regar el huerto y las macetas por la noche, con la manguera, y disfrutar del olor a tierra mojada.
  • El placer de recolectar lo que cada año tiene a capricho el huerto producir, que este año han sido berenjenas. Comer platos y platos de berenjenas fritas, con y sin miel de caña. Con salmorejo y en moussaka. En pisto. Constatar que se te está poniendo cara de berenjena y empezar a endosar berenjenas a los visitantes...
  • El placer de las inacabables cenas en el porche con la familia. La cena temática de la pizza casera. La cena temática mexicana. La fiesta temática de lo que se nos ocurra delirar, que este año acabó con nuestra hija de casi nueve años bailando a las tres de la mañana con más energía que el resto de adultos presentes, que nos miraban como diciendo No os queda ná, de aquí a poco que crezca...
  • El placer de pasar la tarde entera en la tumbona del porche, leyendo un libro, con té helado en la mesa, Consorte leyendo, las niñas piscineando, mi padre viendo la tele, mi madre regando...
  • El placer de quedar con las viejas amigas de la infancia.
  • El placer, nuevo este año, de volver a nadar a mi aire, disfrutando de un ratito para mí sola, contemplando las hazañas de mis hijas en los grupos de natación de al lado.
  • El placer de ver los fuegos artificiales de la feria desde el camino del campo, poco iluminado.
  • El tardío placer, cuando las niñas han vuelto a clase y el verano toca a su fin, de salir una mañana sola a buscar un pantalón, descubrir tiendas nuevas, desayunar en la calle a los sones de música callejera.
  • El placer de estar todos vivos, sanos, y juntos.


viernes, 5 de octubre de 2012

Niño que no llora, teta que no mama


(Particular contribución a la Semana Mundial de la Lactancia Materna)





Me ha gustado lo de empezar a escribir usando un refrán como título. Los refranes son cachos de sabiduría popular condensados en una sola sentencia. Para pasar fácilmente de generación en generación.

Debería ser así de fácil con toda la sabiduría popular. Pero lamentablemente, no lo es. Es lo que ocurre con la lactancia materna, o como yo la llamo, dar teta al crío. Tooooooda la vida de Dios, desde que caminábamos semierectos lanzando gruñidos y pedradas, criando los retoños a pecho, y a la que consiguen inventar una leche artificial medio potable se nos olvida todo ese arte en menos de dos generaciones. Termina ocurriendo lo inaudito, algo que en otros ámbitos como la alimentación, respiración o la misma procreación humana sería impensable: que el modo artificial sea visto de forma más natural que el que inventó la Mother Nature. Y así, no nos extraña ver a un bebé de semanas siendo alimentado con un biberón. Pero se nos haría rarísimo ver a tó Cristo por la calle con un respirador automático. 

Es por ello que, en muchos lugares, madres supervivientes a la cultura del biberón decidieron unirse para difundir y compartir la sabiduría que se estaba perdiendo. Porque no hay manera de condensar en un refrán la postura adecuada para que un recién nacido se enganche en condiciones, cómo curar unas grietas en el pezón o qué hacer cuando se te acaba la baja maternal y  el niño aún no desayuna churros con chocolate.  Y como a nuestro alrededor una madre lactante no suele tener modelos de referencia cercanos, o acude a un grupo de éstos, o con perdón de mi madre, que no usa palabrotas, las pasa muy putas.

En esta semana en que nos encontramos, la primera de Octubre, celebramos la Semana Mundial de la Lactancia Materna. Y en cada ciudad, un grupo de mujeres sin más denominador común que la experiencia de dar teta a sus críos y la voluntad de ayudar a otras madres, organiza actos para difundir su labor. Es por ello que hoy estoy escribiendo estas líneas, porque yo soy una de esas mujeres y madres. Las pasé muy canutas con mi primera hija, y cuando nació la pequeña supe de la existencia de un grupo de apoyo y empecé a ir a las reuniones, aun cuando no tenía un problema objetivo que resolver, aparentemente.

Pero sí que lo tenía, aunque Triqui mamaba como si no hubiera para mañana, aunque engordara a ojos vistas cual lechón cebado para Navidad, aunque casi ni supiera lo que era una grieta. Mi problema se llamaba soledad. Apenas conocía a nadie más que estuviera criando como yo. Era la única madre del parque y los columpios que no sabía decir en qué farmacia estaba la leche de polvos en oferta. Me miraban raro cuando decía que dormía con la niña para evitar estar media noche de parranda por los pasillos, y no precisamente con un gintonic en la mano. Gracias al grupo local de apoyo a dar la teta, encontré a madres que pasaban por lo mismo que yo y que no encontraban respuesta en los cauces oficiales. Ninguna revista de padres te dice cómo superar los cólicos si no hay biberón en el que echar unas gotitas, ni cómo se le empieza a dar a los seis meses comida de verdad tras la teta sin recurrir al mediocacitodecerealessinglutenenelbibidelanoche. Ellas sí. Y de pronto te encuentras con una cría metida en una bandolera de tela tirándose cuescos a mansalva, aliviada, y dándole una galleta para roer a los seis meses tras tomarse la teta de la mañana, y te preguntas cómo, si las cosas son tan fáciles, no hay nadie que las cuente así. Salvo mis amigas. Así llamo ahora a algunas de ellas. Porque me han abierto un mundo que yo desconocía. Porque han compartido sus galletas conmigo en el parque, junto a los columpios, porque me han ayudado con su experiencia y me han animado a seguir con la mía. A entera satisfacción de todas las partes implicadas.

Otro día cuento qué ha sido para mí poder elegir y dar el pecho para alimentar a mis retoñas. Por hoy, basten estas líneas para dar mi homenaje particular y celebrar la Semana Mundial de la Lactancia Materna. ¡Mucha teta!

PS. La elección del título tampoco es casual. Lo he elegido debido a su significado tan preciso en estos días de recorte de derechos, trabajos y servicios sociales. A aquellas amigas y compañeras que están en la lucha, reivindicando justicia en este mundo,  ¡ANIMO! Vosotras sabéis quiénes sois... ;.)